miércoles, 14 de diciembre de 2011

Un mensaje de alerta enviado por una operadora de telefonía móvil asusta a residentes de Nueva Jersey. Recordando el programa radiofónico de Orson Welles que hizo temblar Estados Unidos de America.


Verizon, una de las empresas de telecomunicaciones más importantes de EEUU, asustó a los residentes de Nueva Jersey enviándoles mensaje SMS que decía “!Todos al refugio de inmediato!”, informó la cadena Fox News, señalando que el mensaje fue un error y el operador tuvo que pedir disculpas a los usuarios.

Según la fuente, muchos residentes de la ciudad tomaron muy en serio el mensaje y comenzaron a llamar a los servicios de emergencia y a las autoridades locales para averiguar lo que pasaba.

Cabe recordar que en 1938 una advertencia similar causó una histeria colectiva, cuando en la radio sonaba la obra de teatro basada en la novela de Herbert Wells, “La guerra de los mundos” que narra sobre la invasión marciana a la Tierra, la cual precisamente se produce en la ciudad de Nueva Jersey.

Esta vez la alarma fue un mensaje de prueba, sin embargo no está claro que se pretende poner a prueba, dijo la fuente.

La agencia Associated Press, también informó que una hora y media después del envío de este mensaje las autoridades informaron a través de Twitter, que no hay ninguna emergencia en el estado.

fuente/ preparacion2012.argentinaforo.net


El programa radiofónico
de Orson Welles que hizo cundir el pánico en América.
Pero a las 7.59 de la noche, mientras Welles se tragaba una botella de jugo de piña, antes de salir al aire, todo el mundo estaba de acuerdo en que este programa tenía una oportunidad... este programa robaría oyentes a Charlie McCarthy. -- este programa iba a hacer que se hablara del Teatro Mercury. -. Lo que ocurrió después, durante las veinticuatro horas siguientes, dio que hablar sobre el Teatro Mercury y sobre Welles en particular. También ganó oyentes al show de McCarthy, y mucho más pronto de lo que Welles había imaginado nunca. Casualmente, ese domingo, el show de variedades de McCarthy había presentado a un nuevo cantante como principal atracción. Era un desconocido. Fue presentado a las ocho y diez minutos; los fastidiados oyentes comenzaron a girar sus diales para averiguar si había algo mejor en la CBS. Captaron La guerra de los mundos después de que hubieran hecho los anuncios preliminares. No disponían de indicio alguno de que lo que estaban escuchando era una obra radioteatral. Todo lo que sabían era que estaban ocurriendo cosas extrañas en la zona costera oriental.

El locutor de la CES se lo estaba diciendo... «Señoras y señores: tengo que hacer un grave anuncio. El extraño objeto que cayó esta tarde temprano en Grovers Milis, Nueva Jersey, no era un meteorito. Por increíble que parezca, el objeto contiene seres extraños que, según se cree, constituyen la vanguardia de un ejército proveniente del planeta Marte.» A continuación se oyó una música suave: un toque sutil para mantener ansiosa a la gente, para mantenerla incómoda, sobre ascuas. ¿Qué estaba ocurriendo? El locutor interrumpió la música de nuevo.

El tono de su voz denotaba que se sentía nervioso, aterrorizado. Los marcianos, repugnantes criaturas de piel correosa, se estaban desplegando. La policía de Nueva Jersey se precipitaba a interceptarlos. Se oyó más música, otros anuncios febriles, seguidos de silencios escalofriantes. La gente estaba pegada a sus receptores. Se llamaba a los vecinos para que también oyeran. Se telefoneaba a los parientes para alertarlos. A través de toda América, la gente comenzó a ser presa del pánico. Entonces, el locutor —nuevamente en el aire— balbuceó: «Conectamos ahora con Washington, para dar difusión a un mensaje de emergencia nacional formulado por el secretario del ministerio de interior».

Se escuchó una voz solemne que incitaba a la población a no ceder al pánico; pero con el mismo tono, se le decía que los marcianos que aterrizaban no lo hacían solamente en Nueva Jersey. Habían caído a tierra vehículos espaciales en todos los estados de la Unión. Miles de civiles y de soldados habían sido ya barridos por armas de rayos letales. Se emitieron entrevistas con testigos oculares, muchas de las cuales corrieron a cargo del brillante actor Joseph Cotten. El testigo narraba cómo había visto aterrizar objetos llameantes, de los que luego emergían repugnantes seres; cómo los rayos letales habían arrasado a miles de personas; hasta qué punto los extraños alienígenas resultaban indetenibles. Uno de los actores de Welles desempeñó el papel del presidente de los Estados Unidos y advirtió al pueblo americano contra los peligros del pánico. El programa terminó con un locutor que, desde la cúspide del rascacielos de la CBS, gritaba que Manhatann estaba siendo invadida.

Su febril relato se transformó, al final, en un grito ahogado. A esta altura, muchos oyentes habían abandonado ya su lugar junto a los receptores de radio. Los que oyeron el programa hasta el final advirtieron que todo había sido solamente una obra de radioteatro. Los que no lo hicieron siguieron dominados por un pánico ciego. En Nueva Jersey, donde se había dicho que los marcianos hablan aterrizado primero, los caminos estaban atestados de automóviles que corrían hacia las colinas. Familias enteras salieron de sus casas volando, con toallas mojadas alrededor de las cabezas, en la creencia de que esto les salvaría de los nauseabundos gases espaciales de los que se habla hablado. El mobiliario y los objetos valiosos habían sido apilados en camiones y coches. Había comenzado la estampida. El pánico se expandió a todas partes. En Nueva York, los restaurantes se vaciaron. Las terminales de autobuses y las colas de taxis se llenaron de gente que trataba de llegar a sus hogares para confortar a sus familias. Las esposas telefoneaban a los bares, tratando de localizar a sus maridos.

Y la noticia siguió corriendo. Los marinos de la armada estadounidense fueron convocados a sus barcos en el puerto de New York, para preparar la defensa de América contra los marcianos. Desde Los Angeles hasta Boston se produjeron denuncias sobre meteoros. Alguna gente impresionable aseguró que, efectivamente, había visto marcianos. Los soldados estatales de reserva fueron llamados a presentarse en sus cuarteles generales como voluntarios para la defensa del mundo. En el sur, mujeres histéricas y llorosas rezaban por las calles. Los servicios religiosos fueron interrumpidos en muchos lugares del país cuando la gente irrumpía para contar las noticias a los fieles. Incluso se produjo el caso de un intento de suicidio. Las. centrales telefónicas de los periódicos y las estaciones radiales estaban abarrotadas Pero curiosamente, no había indicios de pánico en los estudios de la CES, donde, entre alaridos y anuncios sobre la implantación de la ley marcial Welles estaba otorgando a su programa un horrible final. Welles y Cotten fueron advertidos sobre la masa de llamadas telefónicas, pero Cotten minimizó el hecho: «Son unos pocos maniáticos». Hacia el final del programa, dos policías que estaban de guardia llegaron a la parte posterior de los estudios, pero al darse cuenta de que sólo se trataba de una obra radioteatral, no dijeron nada a nadie sobre el pánico, y en cambio se quedaron para oir el final.

La primera noticia que Welles tuvo acerca del resultado de sus entusiastas esfuerzos la recibió a la mañana siguiente, al abandonar su apartamento. Vio su nombre en los letreros luminosos de neón del edificio del New York Times: «Orson Welles causa pánico». Compró los periódicos y leyó los principales titulares del New f-ferald Tribuna —«El ataque desde Marte en una obra radiofónica sumió a miles en el pánico»— y del New York Times —«Oyentes de radio dominados por el pánico: muchos huyeron de sus hogares para escapar a la invasión de gas proveniente de Marte»—; Welles, que ya a los 24 años era un actor conocido, resultaba duramente criticado por su inconcebible actuación, que había sumido en el terror a la mitad de los Estados Unidos. Los periódicos lo criticaban tachándole de irresponsable. Se habló de entablar una acción criminal en su contra. Docenas de personas iniciaron pleitos contra la CES; el total de las reclamaciones sumaban 750.00o dólares. Pero todas las demandas fueron desestimadas y, lejos de suprimir el programa de Welles, los empresarios se felicitaban por haber contratado al actor más célebre de América. Los mtings del Teatro Mercury subieron rápidamente. También se encontró un patrocinador Rabia sido recompensado el mayor disparate radiofónico.

Escuchen el audio- subtitulado en español - que hizo temblar EEUU.


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