Un laboratorio de EEUU lleva 50 años investigando cómo responden los militares a diferentes escenarios bélicos. Muchos de los ensayos se han convertido en tecnologías de uso cotidiano. La base alimenticia de las todopoderosas legiones romanas eran las aceitunas.
Su alto poder energético y su facilidad de conservación y transporte hizo de ellas el sostén del poderío militar del Imperio romano. Hoy, el ejército más poderoso del mundo también sabe que sin una buena alimentación y cuidado de sus soldados, no podría mantener su dominio. Por eso, EEUU dedica mucha de su mejor ciencia a estudiar cómo mejorar el rendimiento físico, psíquico y emocional de sus combatientes. El avance científico debe de ser lo único bueno que tienen las guerras.
La ciencia estadounidense tiene sus propias aceitunas, unos preparados alimenticios diseñados para mantener en las mejores condiciones de salud y rendimiento a los soldados. Su composición no la decide ningún chef, sino el Institu-to de Investigación de la Medicina Medioambiental del Ejército de EEUU (USARIEM). Este organismo, ubicado en las afueras de Boston, acaba de publicar un informe sobre sus aportaciones científicas durante los 50 años que lleva funcionando. En un principio sólo para los militares, la mayoría ha acabado llegando al resto de la sociedad.
Del USARIEM han salido las llamadas raciones listas para consumir. En 1985, un estudio suyo demostró que la ración de subsistencia que se daba entonces a los combatientes ofrecía una cantidad de energía insuficiente y provocaba pérdida de peso. Años después, estudiaron los cambios en el peso corporal, las tasas diarias de consumo de energía y los niveles de nutrientes en sangre en grupos de soldados en diferentes ambientes para diseñar las raciones que han acabado copiando todos los ejércitos del mundo. De aquí también salieron los chicles de cafeína que hasta hace poco sólo estaban disponibles para los militares y los componentes químicos que debe llevar el agua para acelerar su absorción o frenar su pérdida que después copiaron las bebidas energéticas.
Pero la división de nutrición sólo es una de las patas del USARIEM.
Creado en 1961, su misión original era la de llevar a cabo investigación básica y aplicada para determinar cómo el calor, el frío o la altitud influyen en los procesos vitales, rendimiento y salud de los soldados. Muchos de su miembros (médicos y científicos militares, la mayoría) ya trabajaban en este campo desde la II Guerra Mundial. Un estudio sobre la dilatación cíclica de los vasos sanguíneos provocada por el frío extremo fue la primera publicación científica que salió de sus insta-laciones. En estos 50 años, de sus laboratorios han salido 3.200 investigaciones publicadas en revistas científicas y decenas de patentes.
Sin embargo, los objetivos del instituto se ampliaron en seguida para incluir otros potenciales enemigos. El primer experimento que hicieron fuera de sus instalaciones implicó la participación de 500 soldados desplegados en la selva panameña cercana al canal.
Los científicos querían comprobar la evolución bacteriana de las heridas y otras lesiones cutáneas de los voluntarios. De este tipo de ensayos han salido varias medicinas y mejores prácticas para la curación de los heridos.
"La eficacia operativa y la capacitación han mejorado mucho en los últimos 25 años. Esto se ha debido al desarrollo de una mejor orientación de la doctrina operacional y a la formación, la mejora de la nutrición, el vestuario y el equipamiento, así como a las mejoras en el proceso de selección", explica el jefe de la división de Medicina de Montaña y Térmica del USARIEM, Michael Sawka, coautor del informe. Sawka ha escrito varios artículos científicos relacionados con el estrés físico en diferentes condiciones ambientales.
Un trabajo suyo sobre reposición de líquidos, por ejemplo, está en la base de los manuales del American College of Sports Medicine, la principal organización mundial de medicina deportiva.
Bajo una lluvia falsa
Para testar la comida, la ropa o la respuesta física y psicológica a cada ambiente, el USARIEM cuenta con una veintena de laboratorios con funciones específicas. El ejército de EEUU fue el primero en contar con cámaras climáticas Doriot.
Estos habitáculos pueden reproducir las condiciones climáticas de cualquier parte del mundo: desde las selvas ecuatoriales de Vietnam hasta las heladas estepas rusas. En ellas se puede manipular la temperatura, la humedad y el viento. Incluso pueden someter a los voluntarios a horas de intensa lluvia.
Pero en el USARIEM también cuentan con cámaras hipobáricas, para reproducir el ambiente de alta montaña; cocinas metabólicas, para probar el rendimiento de distintas combinaciones alimenticias; laboratorios de inmersión acuática, un centro de biomecánica y otro para el estu-dio de la respuesta del aparato muscular y esquelético al esfuerzo físico a diferentes temperaturas.
En otra cámara se simula el ataque con armas de distintos calibres para medir la respuesta emocional en situaciones de peligro.
La misión del USARIEM ha ido evolucionando con los cambios geopolíticos y los intereses de EEUU. Al principio, todo apuntaba a un conflicto con los soviéticos en suelo europeo. Se ensayaba entonces la respuesta emocional del soldado en operaciones contra los enormes tanques rusos. Se probaban los uniformes para que aguantaran el intenso frío y se investigaban fármacos contra la radiación. En la década de 1960, tuvieron que reorientar parte de su trabajo para adaptar los uniformes al ambiente tropical del sureste asiático y obtener sustancias que mitigaran la falta de sueño y el hambre.
En las últimas décadas, cambiaron los escenarios y, por eso, las líneas de investigación. A comienzos de la década de 1990, el instituto se puso a investigar con tejidos que pudieran proteger a los soldados de agentes químicos o bacteriológicos.
Hasta los científicos del USARIEM se contagiaron del fantasma de la guerra química en Irak alentado por el presidente George Bush. Al menos sirvió para mejorar los trajes NBQ (acrónimo de nuclear, biológico y químico). La guerra de Irak también ha servido para el diseño de agentes coagulantes y sistemas ligeros de refrigeración y suministro de líquidos para soportar el intenso calor. "De cara al futuro, seguiremos aprovechando las tecnologías emergentes, como las nanociencias o la biología molecular, para resolver los problemas de la medicina militar", explica Sawka.
fuente del texto/ Público
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