Las burbujas económicas sean de la índole que sean tienen en común ese frenesí especulativo que hace que el precio del bien crezca descontroladamente. Eso mismo ocurrió durante la fiebre de los bulbos de tulipán en la Holanda de principios del siglo XVII.
La especulación con estos bulbos comenzó en 1593, cuando un nuevo profesor de botánica procedente de Viena trajo a Leyden una colección de plantas raras originarias de Turquía. Los holandeses quedaron fascinados con esta nueva adquisición para el jardín, aunque no tanto con el precio que pedía dicho profesor. Una noche un ladrón robó los bulbos y fueron vendidos a un precio menor, pero con mayores beneficios. En los diez años siguientes, los tulipanes se convirtieron en un objeto popular -pero costoso- de los jardines holandeses.
Muchas de esas flores tuvieron un virus no mortal al que denominaron “mosaico”. Este virus fue el desencadenante de la desmedida especulación en bulbos de tulipán, por el desarrollo de unas franjas de colores de gran contraste. Poco a poco se empezó a asentar una obsesión por los tulipanes, principalmente por los infectados por el virus. Los precios de éstos comenzaron a subir descontroladamente y cuanto más lo hacían, más personas empezaban a considerarlos como una inversión inteligente, como explica Burton G. Malkiel en su obra “Un paseo aleatorio por Wall Street”.
Charles Mackay relató estos hechos en su libro “Memoirs of Extraordinary Popular Delusions”, donde señalaba que se abandonó la industria tradicional del país a favor de la especulación con los bulbos de tulipanes: “Invertían en tulipanes nobles, granjeros, mecánicos, pescadores, lacayos, criadas, e incluso deshollinadores y costureras ancianas”, precisaba Mackay. Todos se imaginaban que la pasión por los tulipanes duraría eternamente y que vendrían a Holanda compradores de todo el mundo, y pagarían cualquier precio que se les pidiese.
Pinchazo.
Y como en toda crisis especulativa, la burbuja se pinchó. Los precios llegaron a subir tanto que algunas personas tomaron la decisión de ser prudentes y vendieron sus bulbos. Enseguida les siguieron otros. Empezó la deflación de los bulbos y en un abrir y cerrar de ojos los precios bajaron y bajaron hasta que la mayoría de estas plantas ya no tenían ningún valor y se vendían al precio de una cebolla corriente. ¿Qué les sucedió a aquellos que vendieron antes? Tampoco se salvaron, ya que al impacto que generó este repentino florecimiento y colapso, siguió una prolongada depresión económica en Holanda.
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Ilustración de la época de la burbuja de los Tulipanes |
En 1635 en un mercado de Holanda se pagaron 100,000 florines por 40 bulbos de tulipán. Por el mismo valor se podrían haber comprado unas 1,000 toneladas de mantequilla. Pese a lo abultada de la cifra, esta no había sido la venta de tulipanes más alta aunque si que sería la última de las grandes. Al día siguiente un lote de medio kilo de bulbos puesto a la venta se quedaría sin comprador. Y esto sólo sería el principio de la llamada burbuja de los tulipanes, que acabaría afectando a toda la economía holandesa y a todas su clases sociales.
El tulipán había sido introducido en Europa desde Turquía por el embajador austriaco en dicho país, Oirge Ghislain Busbecq, el cual era aficionado a las flores. Cuando regresó a Viena en 1559 trajo consigo varios bulbos para los Jardines Imperiales de Viena. De allí pasaron a Holanda de la mano del botánico Carolus Clusius que había aceptado un cargo de profesor de botánica en la ciudad de Leiden. En Holanda su colección de bulbos generó tal expectación que una noche alguien penetró en su jardín y robó sus bulbos. Posteriormente el cultivo de tulipanes se extendió por todo el país, el suelo arenoso holandés, ganado al mar, resultó ideal para este cultivo.
Todo esto sucedía en una Holanda próspera comercialmente, los recursos que pocos años antes se dedicaban a la lucha por la independencia de España, ahora fluían hacia el comercio. Los mercaderes de Amstedam eran el centro del lucrativo negocio de las Indias Orientales, en el cual un simple viaje podía reportar unos beneficios del 400%. Y era habitual que estos mercaderes hicieran ostentación de su éxito construyendo grandes casas rodeadas de jardines de flores.
Resulta imposible comprender esta tulipomanía, sin entender lo diferente que eran los tulipanes de las demás flores conocidas en el siglo XVII. Sus colores eran más intensos y mucho más concentrados que el resto de la plantas. Cabe decir que pese a los precios desorbitados de las especies raras multicolor, los más normales eran vendidos a precios más racionales.
Por ello los horticultores holandeses intentaron encontrar sin éxito el proceso por el cual los tulipanes de un solo color se convertían en multicolores, pues era este exotismo y esa irrepetibilidad lo que hacía subir el precio de un bulbo. Hoy sabemos que los tulipanes multicolores son debidos a la acción de un virus transmitido a la flor por el pulgón, que al atacar el bulbo confiere a sus flores diseños diferentes. Por otra parte este virus reducía la capacidad de reproducción de las plantas, por lo que disminuía la producción.
Fue en 1630 cuando empezaron a aparecer los primeros inversores atraídos por los beneficios que el comercio de tulipanes reportaba. Empezaron a aparecer así los primeros traders profesionales de tulipanes que contaban entre sus clientes tanto a amantes de las flores como a especuladores.
Sin embargo la producción de tulipanes no pudo crecer de igual manera para satisfacer la creciente demanda. Hay que esperar siete años para obtener un tulipán desde el momento en que se planta la semilla. Y mientras los bulbos pueden producir dos o tres clones anualmente, el bulbo madre solo dura unos pocos años. En este escenario los precios crecieron de manera constante durante la década del 1630, cada vez que más especuladores entraban en el mercado, incluso había gente del pueblo llano que llegaba a hipotecar sus casas para poder "invertir" en el mercado. En 1633, se intercambió una granja en Hoorn, por tres bulbos extraños.
En este entorno se llegó a crear un mercado de futuros de bulbos, en el cual se vendían tulipanes que solamente se habían acabado de plantar y en algunos caso ni tan siquiera. Las compras y ventas en este mercado se llevaban a cabo en tabernas, jamás se llevó a cabo en el Mercado de Valores de Amsterdam, sino que en cierta manera corría al margen de la economía oficial.
La tulipomanía llegó a su cumbre durante el invierno del 1636 al 1637, cuando algunos bulbos eran vendidos hasta diez veces en el mismo día, los beneficios llegaban al 500%. Uno de los precios récord en una subasta lo alcanzó un extraño Violetten Admirael van Enkhuizen que estaba a punto de partirse en dos, por el cual se llegaron a pagar 5,200 florines, una persona normal tenía unos ingresos medios anuales de unos 150 florines. Hay registros de otras ventas en las cuales un bulbo de tulipán fue vendido por el precio equivalente de 24 toneladas de trigo o intercambiado por una gran casa.
Sin embargo este crecimiento de precios no podía durar para siempre. Ya que los participantes de los mercados de futuros estaban siguiendo lo que ahora se llama "greater fool theory" (teoría del tonto aún más grande), que vendría ser algo así como no hay problema en pagar un precio desproporcionado por algo que no lo merece, siempre y cuando se encuentre a alguien aún más loco dispuesto a pagar más por él.
Pero poco después el mercado se hundió definitivamente, la burbuja explotó. Comenzó en Haarlem, el primer martes de Febrero de 1637, en una subasta rutinaria de bulbos cuando, por primera vez no apareció nadie dispuesto a pagar la cifra pedida. En pocos días el pánico se extendió por el país. Y pese al esfuerzo de los vendedores la demanda se evaporó. Las flores que se habrían vendido sin problemas por 5,000 florines unas semanas antes ahora sólo lo hacían por una centésima parte de esa cantidad.
Otros tenían contratos de futuros que los comprometían a comprar tulipanes a precios muy superiores a los de aquel momento. Aunque finalmente fueron liberados de estas deudas ya que se consideraron deudas de juego y por lo tanto no eran perseguibles por la ley. Esta crisis provocó un enfriamiento en la economía holandesa que duró varios años, se dice que muchos holandeses, entre ellos hombres de negocio y altos dignatarios se arruinaron. Los que habían vendido a tiempo, por el contrario, se hicieron con grandes fortunas.
Esta es la visión comúnmente aceptada de la tulipomanía, pese a ello hay algunos estudiosos que disienten de ella. Según ellos la mayoría de estudios llevados a cabo hasta la fecha se habrían basado en propaganda más que en datos históricos. Para ellos el impacto de la burbuja se habría limitado a un número reducido de gente de alto poder adquisitivo, estos habrían dado a los tulipanes una consideración casi de obra de arte y de manera similar a como se hace con un cuadro, habrían estado dispuestos a pagar grandes sumas por su belleza.
*foto 1: El bulbo Semper Augustus, que fue vendió por el precio récord de 6,000 florines en Haarlem
*foto 2: Panfleto sobre la tulipomanía impreso en 1637
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